lunes, 19 de abril de 2010

Nicholas era...

 ...más viejo que el pecado y su barba no podía ser más blanca. Quería morir. 
Los enanos de las cavernas árticas no hablaban su idioma, pero conversaban en su propio gorgojeo, mientras realizaban rituales incomprensibles, cuando no trabajaban en las fábricas.


Una vez al año le obligaban, entre sollozos y protestas, a adentrarse en la Noche Infinita. Durante el viaje, se acercaba a cada niño del mundo y le dejaba un regalo invisible de los enanos junto a su cama. Los niños dormían, inmóviles en el tiempo.
Prometeo, Loki, Sísifo, Judas... Les envidiaba. Tenía el castigo más duro.
Jo.
Jo.
Jo.




Neil Gaiman - Humo y espejos

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